martes, 18 de septiembre de 2012

Una mañana como otra cualquiera.



-Are you ready Pablo"? 
Mi cabeza se levanta de golpe, y los sueños desaparecen, es por la mañana y al parecer es la hora de levantarse, Jackie, mi señora, con la que estoy conviviendo durante cuatro semanas me acaba de despertar. Estoy cansado y lo único que me sale decirla es un seco "yes", no estoy como para pensar en inglés, no son horas.
 Son las siete, ella tan puntual como siempre. Me levanto para mirar mi habitación, esta todo colocado tal y como lo deje anoche, pero al abrir el armario me doy cuenta de que estoy pisando algo demasiado blando, si, la colcha de la cama esta por el suelo. Al parecer he tenido una pelea con las sabanas esta noche, todo esta por el suelo como una leonera. 
Tengo todo el tiempo del mundo, hasta dentro de treinta minutos Sandra no vendrá a decirme si estoy listo por lo tanto, me siento en la cama, a pensar que ropa me puedo poner hoy. Corro la cortina y el abrasador sol me deslumbra los ojos, pero ya se como es de imprevisible el tiempo de Inglaterra y no me fio, así que una camisa vaquera será la mejor opción. Voy despacio al armario, arrastrando mis pies y veo una camisa vaquera, no me la he puesto nunca, así que hoy va a ser el día. El suelo esta frio, eso me pasa por estar descalzo.
 Después de arreglarme, hago la cama que al parecer no tiene mucha dificultad. Tengo tiempo, mucho quizás, porque soy demasiado rápido, pensándolo  fríamente me podía haber quedado durmiendo un poquito mas.
 Tengo el baño al fondo así que voy a lavarme la cara. Me miro al espejo antes de llegar y mi cara de zombie es brutal, dormir tan poco no es bueno. Abro el grifo y aunque odio el agua fría por la mañana, sé que me va a despejar bastante, y así es, las gotas frías caen por mi cara al secármela con la toalla, sinceramente, alivia mucho. Vuelvo a la habitación y en ese momento, Sandra aparece, ambos vamos tranquilos a sentarnos para desayunar. Y todo es como siempre, la pequeña mesa llena de zumo de naranja, cereales y en el medio están los cruasanes, tan calentitos como siempre. Es un placer comérmelos por la mañana. Los dos nos miramos con complicidad, y comenzamos a desayunar. El silencio se percibe, tenemos tanta hambre que no hace falta hablar por la mañana.
 Pronto acabamos y antes de hacerlo Jackie comienza a hablarlos, simples preguntas mañaneras. Al parecer promete vamos a Southend, un parque de atracciones que limita con la playa, y con este sol que parece casi español, nada puede ir mal. Recojo mis ultimas cosas, me peino y me echo mi colonia favorita, pero antes de irme el gato no quiere irse de mi habitación, no estoy como para perder tiempo porque tenemos que ir a casa de Anna a recogerlas, así que cierro la puerta y con suerte deseo que no estropeé nada. 
Avanzamos por las típicas calles de esta bonita urbanización, y como no, llegamos a tiempo, aunque las clases no empiezan hasta dentro de una hora, nos gusta ser puntuales por si tuviéramos algún contratiempo. Y ahí esta el enorme abeto característico de la casa de Anna, nos acercamos con cautela y llamamos al timbre esperando su respuesta. Ella tan feliz como siempre, con esa sonrisa en la cara nos invita a pasar y esperarlas sentados en el sofá. Al sentarnos, Ángel, el gato se acerca a nosotros tan veloz como un cohete, es un mimoso, pero es encantador. Anna nos recomienda que disfrutemos hoy y nos olvidemos de las compras que ya tendremos tiempo, lo siento, pero no, yo tengo en mente todos los días los regalos, y hasta que no tenga todos no me quedo tranquilo. Es horrible tener ese pensamiento, pero soy y no puedo cambiarlo.
 Por fin estamos listos, hace un sol reluciente así que hoy iremos por el camino de barro, que esta seco. Si, hoy he hecho bien y he acertado poniéndome mis converse, hoy todo saldrá bien, seguro. Comenzamos el camino que se hace mucho más corto cuando hablamos de todo en general, o simplemente Noelia cuenta los chistes, que aunque son malos amenizan bastante el camino.
 Como siempre llegamos con una puntualidad extrema, los coches van llegando al car park, todos vienen en coche menos nosotros, como no.  Pero así hacemos un poco de ejercicio, que nunca viene mal, porque comiendo esta comida unos kilos nos llevamos asegurados.
 Todo esta tan vacío, es normal, por la mañana cada uno se esta preparando para las clases ¡oh no! no me acordaba de ello, las clases de por la mañana esas tres horas tan aburridas compuestas de juegos y demás gilipolleces, menos mal que nos han cambiado de profesor y Brenda esta con nosotros. Es una profesora maja. Cuando vamos a entrar a la común, sé que todos los españoles están ahí, y no me equivoco, cada uno esta a lo suyo, unos jugando desde por la mañana y otros tantos relajados con el móvil escuchando música deseando que el reloj se pare y con él, el tiempo para que no empiecen las clases. Todos los nuestros están por aquí, tan carismáticos como siempre.
Buenos días - digo con gran alegría y una voz un tanto amable
Es la hora afirman muchos de ellos, y tras dejar la vaguería a un lado nos disponemos a enfrentarnos al horror de las clases. Llegamos bien pero como no los rusos y turcos son más puntuales que nosotros, y marta nuestra profesora ya esta pasando lista. Se da un aire a la señora rottenmeier, de verdad, podrían pasar por hermanas. No tiene mucha energía, pero eso es lo que necesito, lo justo para estar tranquilo y relajarme. Cuando me quiero dar cuenta la hora esta cerca, tras miles de juegos y un poco de gramática, el sonido del recreo se acerca. Y parecemos todos tontos esperándolo con gran decisión, y al sonar nuestra pereza es tan grande que decidimos quedarnos en clase esperando a la siguiente profesora, mientras mi querida amiga Carmen se dispone a colorear o decorar la pizarra de clase, con los eddings que tanto molan. Tengo hambre, muchísima, los dos cruasanes de por la mañana seguro que están en los pies, y mis tripas rugen como si de leones se tratara. Abro el tupper  que esta al fondo de la mochila, y con suerte deseo encontrarme chocolate, que este rico. Pero desafortunadamente no hay nada dulce, otra hora y media con un hambre increíble, espero que haya algo rico en la residencia porque temo por mi estomago, y si así es la bandeja me la como igual.
Brenda hace la clase mas amena, nos pregunta cosas y nos interactúa para que hablemos en ingles que a eso he venido. Y cuando menos me lo espero, llega la hora, y mis ojos se abren como platos deseando encontrarme con algo rico por allí. Todos corremos y durante el camino las bromas de "vete al bosque con Jaime, o kalise para todos" están presentes, le recordamos todos los días, si porque Jesús nos ha dejado marca. Dejamos la nostalgia a un lado y el comedor esta lleno, con suerte encontramos una mesa, pero solo cabemos diez, aunque estos no conocen a los españoles que somos capaces de juntarnos más de lo permitido con tal de hacer sitio. Dejo la mochila y un rico olor a pasta se acerca a mi nariz, puedo olerlo, si esta rico. Con la baba en la lengua espero mi comida y al cogerla vamos todos cantando o alegres a comer, porque hoy tenemos un pequeño festín ya que hasta el pan esta presente. 

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